martes, 7 de julio de 2009

Textos sobre Omar Gasca

Alberto Híjar sobre libros objeto

Libro objeto, magia y susurro
Alberto Híjar

Tejer redes con los recuerdos históricos entrañables, rescatar las cosas naturales cada día menos sorprendentes, la ironía extraviada entre el utilitarismo y el universo de Gutenberg en extinción, es la tarea que se ha propuesto Omar Gasca.
Usa su buen oficio de dibujante, diseñador gráfico, calígrafo y pintor para crear espacios donde crece, más que el arte, la dimensión estética, esa plenitud gozable y sufrible en la intersección de la lengua y las hablas, los sistemas de signos y las escrituras diversas.
Omar Gasca ofrece pequeños y habituales libros-objeto, los despliega, les inserta alusiones gráficas de rica variedad sígnica. Salta la magia como debe ser, como apropiación de las relaciones entre las cosas, irreductible al racionalismo productivista. Nueve-caracol-armonía es, por ejemplo, triada compleja para dar fe al universo.
Del universo como acontecimiento sabemos por creadores como Omar: alerta vigía que nos grita, sin mucha estridencia, el inminente arribo de la belleza como plenitud de relaciones entre lo existente, no por imposible y soñado menos necesario.
También a los susurros de sus maravillas hay que atender, porque en ellos está la clave de la resonancia más allá de la objetividad libresca que no es más que pretexto estético.

Alberto Híjar, sobre el Libro La espiral, una biografía del 9

El nueve es cabalístico por sus asombrosas propiedades, por ejemplo: multiplicado por los demás números siempre dará un resultado cuyos dígitos pueden sumarse para dar, siempre y otra vez el nueve. O sea nueve por uno nueve, siguen siendo nueve, nueve por dos dieciocho, una y ocho nueve, nueve por tres veintisiete dos y siete nueve etc. Para una imaginación trivial como las que patrocina la industria del esoterismo, estas propiedades pueden dar lugar sólo a curiosidades ociosas, Pero si un artista topa con esto puede desatarse el juego con la urgencia de descubrir los avatares de la razón matemática tan respetada por el vulgo que la identifica con la ciencia sin advertir que lo matemático no quita lo racional, sino todo lo contrario, He conocido matemáticos, más o menos brillantes que son profundamente irracionales y absolutamente metafísicos y esotéricos, De manera pues que el que sepan usar la computadora no evita que crean en el horóscopo y en la astrología y en todas esas tonterías difundidas por la radio y la televisión dominantes. Para fortuna del 9 cayó en manos y mente de Omar Gasca. De tiempo atrás, el artista hace libros de edición limitadísima con un doble propósito: la recuperación de la bibliofilia como disciplina no industrial ni besteseleriana y la práctica de la ironía para descubrir en la racionalidad físicomatemática, tan prestigiada como base científica, sorpresas y acontecimientos. Omar hace lo que Braudel aconseja: descubrir la historia como acontecimiento y entonces advertir que aun la supuesta rigidez científica puede dar lugar al placer estético, esto es lo que yo le debo especialmente a Omar Gasca y ustedes que están adentrándose en lo que hace, espero que también lo entiendan así. Es decir. Esa unidad entre el placer estético como algo que sobrepasa al arte, pero que tiene que ver con la civilización artística desatada en este caso no por un hombre trivial que cree en la astrología sino por un artista que juega con la ciencia, la refiere a la naturaleza y produce una dimensión estética superior a estas tres instancias de la realidad. Resulta así, un vehículo de un placer superior a él mismo por el nudo de relaciones establecidas entre la imaginación, la naturaleza y los procesos de significación. Omar convoca este rico universo de relaciones al plantear un espacio matemático como natural y cotidiano, pero también poseedor de propiedades asombrosas donde el nueve es la clave de las maravillas. Esto da lugar a una racionalidad superior a la miseria de las matemáticas sufridas en las escuelas, como instrumentación de procesos inútiles o en su necesario uso para hacer cuentas y cálculos de compra y venta. Con y por la capacidad artística de Omar a partir del nueve incluimos una racionalidad superior acompañada por el placer de la armonía, del ritmo del orden usado por unos como prueba de la existencia de Dios, pero por otros, como yo, como prueba de discernibles por la razón que tendría que ser estética y por supuesto matemática Debieran descubrirla, digo yo. No? Omar recurre a la artesanía de la edición, amorosamente cuidada, hecha a mano numerada para dar lugar a la ambición del tesoro de pocos ejemplares. El honor de poseer un libro de Omar sólo es equiparable a la urgencia de compartir los misterios del contenido. Pero el continente también importa porque Omar también produce con singular belleza, signos caligráficos y dibujos que parecen antiguos, pero que al conducirnos a la visión cuidadosa nos descubren una claridad extrema: la del orden universal, la de la urgencia de remunerarle a la razón su dimensión placentera.
En la lucha actual contra el eurocentrismo en la que estamos empeñados pueblos enteros y sus dos que tres intelectuales, cuentan quienes como Omar Gasca recuperan la unidad entre matemáticas, física y placer en el racionalismo productivista. Quiero terminar, pasado ya del tiempo mínimo que me dieron, como si de programa de Nino Canún se tratara esto, o de Rolando Cordera que para el caso es lo mismo, hacer una pequeñísima y brevísima lectura de este maravilloso librito, que no por su pequeñez física se opone a la grandeza de lo que trae, que se llama máquina para comprobar a Newton. Yo tenía aquí apartado algo, pero Teresa del Conde ya me lo perdió. Pero bueno, al asar lo abro en la tercera ley de Newton que es la acción y la reacción. La ley de Newton, que todos ustedes saben por supuesto, dice “ A toda acción corresponde una reacción igual y de sentido contrario” Añade Omar: “falso, nadie cree hoy en las siguientes frases: el que persevera alcanza, estudia y triunfarás, no hagas a otros lo que no quieres que te hagan a ti. Por otra parte, ninguna reacción puede corresponder a ninguna acción; la reacción no es admisible. Experto en la ironía, amo de la palabra y de otros sistemas de signos, creo que Omar nos ofrece esta posibilidad placentera de gozar con la matemática y con sus posibilidades de realización natural, pero también en los algorismos a los que ha dado lugar. Ya no explico esto, sino aquí lo dejo para que sigan mis compañeros de mesa.


Nina Crangle, sobre el libro Todo pasa

Lo que queda de Gasca
Nina Crangle

En esta reunión de textos,publicados e inéditos, escritos con la intención y el
tono que exigen una conferencia, un artículo o un libro, aparecen muchos de los temas que signan nuestro tiempo y que de ninguna manera son ajenos al mundo
del arte, aquel que su autor distingue como tal. La paradoja es mayúscula
cuando nos atrevemos a ver que la actual “sociedad del conocimiento” se debate entre un desenfrenado avance científico-tecnológico y la inminente catástrofe ecológica globalizada. Entre estas antípodas transcurre el discurso de Gasca; no se requiere estar familiarizado con su obra para percibir que el suyo es también un llamado a la concientización, sí, aunque desesperanzado. Las palabras de Lipovetsky evocadas en la última página son reveladoras, una suerte de respuesta a la interrogante final planteada por el autor, “¿Nuestro tiempo?”: Vivimos en la indiferencia pura, todo nos da igual, no podemos cambiar nada, nos asentamos en nuestro yo y nos olvidamos del yo social. Lo peor, es que ni siquiera
nos importa saber que pasamos de todo. La convicción del sociólogo francés deviene en epílogo de Todo pasa, y no es casual la elección de
Omar. El autor de La era del vacío, entre tantos otros temas de las sociedades
contemporáneas (occidentales), se ocupa del arte producido en una cultura cada vez más proclive a transformarlo todo en mercancía. Y esta es una de las constantes que más inquietan a Gasca y en la que profundiza en este conjunto de escritos. La pertinencia de la obra artística no escapa a sus reflexiones; para
él, el arte subsiste entre el desinterés del público (más preocupado por
procurarse otro tipo de satisfactores) y lo que llama “la inercia de la crítica”. No duda cuando habla de la función social de la crítica: conlleva un juicio de valor, un pronunciamiento. Para Gasca, quien la ejerce a cabalidad, esto no es novedad. Sí lo es para nuestro medio local en general, sobresaliente por la autocomplacencia
y el cómplice silencio. “No muchos artistas cuestionan la crítica cuando
ésta les es favorable”, nos dice. ¿Pero qué tal cuando ocurre lo contrario? Muy pocos son los que se pronuncian por tal o cual acción, por tal o cual producto social. Aunque esta edición ( preparada por la Facultad de Artes Plásticas de la UV) fue concebida inicialmente para un público lector reducido,
como lo es el de los estudiantes de arte, su trascendencia va más allá del contexto universitario; es un libro que puede aspirar a una presencia mucho más abarcadora. Etiquetarlo como “libro de texto” sería poco justo y hasta desdeñable para el autor. Sin embargo, es importante reparar que Gasca pensó en estos jóvenes discípulos por más de una razón: son artistas incipientes cuya formación depende de una entidad académica, impersonal y limitada. Gasca, como el buen maestro rilkeano que es, glosa al lector todo lo que considera será de su interés y
motivación. Su perdurable y añeja vocación de crítico –uno de los más reconocidos y acreditados del medio cultural mexicano, con cierta familla de rijoso
(en sus tres acepciones)– y su trayectoria docente, se traslucen con hondura en Todo pasa. Atento lector de Foulcault, Deleuze, Derrida, Bataille y el propio Lipovetsky, sus maestros, Omar sabe que la ausencia de crítica y autocrítica en
una sociedad o sector (académico, estudiantil, artístico...) conlleva el riesgo de
un gran peligro, el de la uniformidad, propia de los regímenes totalitarios. Esa es la
diferencia entre aquellos que llamamos maestros y los otros, los simples profesores; estos últimos te coaccionarán a que vistas de azul Mao incluso fuera de las aulas. Nunca en la historia el ejercicio de la crítica ha destruido una civilización, antes al contrario. La homogeneidad y la corrupción, aunque ilustrada o tecnócrata, sí. El maestro Gasca lanza aquí verdades como puños acerca de la realidad artística nacional, ajena casi siempre al estudiante universitario; con la misma puntería, señala fallas y debilidades de la enseñanza del arte en las facultades y del ámbito académico, estigmatizado por una doble moral y un conformismo mediocre. Esto bien se aplica a cualquier otra disciplina desarrollada en un salón de clases. No es extraño entonces que el autor provoque con frecuencia cierta incomodidad en los espacios en que ejercita el tiro al blanco.
Este no es ni será nunca un manual convencional, la atemporalidad y alcance de su contenido poseen notable vigencia, luminosidad pertinente. Su aparición en un coto preeminentemente estudiantil, cuya edición requirió del trabajo de algunos maestros y alumnos, le confiere un sello muy especial: nos
dice que se trata del libro de un auténtico creador y nos recuerda que la
esperanza, hoy más que nunca, la debemos propiciar. Todo pasa es el antídoto
perfecto que todo estudiante necesita para enfrentar el poder omnímodo del profesorado y las estrecheces de la educación pública, pero también para labrarse con conocimiento de causa su propio camino, el de la soledad que el arte impone.

Omar Gasca, Todo pasa. Prólogos
de Fernando de Ita, Felipe Ehrenberg y
Manuel Velázquez. Facultad de Artes Plásticas,
Universidad Veracruzana, México,
2008. 174 pp.